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martes, 17 de marzo de 2015

Diario de Expedición. 16 de marzo de 3301

Sin dudas, el comercio es la manera más rentable de juntar créditos en Elite Dangerous. Así es como pude reunir los fondos necesarios para encarar la travesía que hoy, 16 de marzo de 3301 he comenzado. No ha sido sencillo ni entretenido. Ir  y venir entre dos destinos, comprando y vendiendo, repitiendo la misma ruta incontables veces, pone a prueba la paciencia de cualquiera.

Pero, encarar un viaje hacia lo desconocido, implica la necesidad de hacerse de una serie de equipos, así como de una nave que permita llevarlos, lo cual representa una buena cantidad de dinero. El principal riesgo, es la ausencia de toda asistencia externa. Ya sean reparaciones, insumos o combustible, deben estar cubiertos por la auto suficiencia. Así que, ni bien tomada la decisión de partir, comencé con la preparación del inventario. Lo primero era la elección de mi nave y medio de transporte. Ahí las opciones eran muy pocas. La ASP, se impone con argumentos rotundos. La posibilidad de equiparla con uno de los mayores sistemas de salto, la hacen irremplazable. La cantidad de compartimentos internos, poder de fuego, maniobrabilidad y  cabina, logran una excelente combinación exploradora. En cuanto a los equipos, hice especial hincapié en el peso de algunos, y la calidad de otros. Por ejemplo, el FSD (motor de salto),  debía ser el mejor. Las armas, debían ser de rayos, ya que no habrá dónde comprar municiones. El combustible, lo obtendré de los soles, por cuanto el recolector solar, tendrá que ser muy bueno para que retrase mi avance el menor tiempo posible. Otro de los sistemas cruciales, era el escáner que me servirá para encontrar objetos a distancia. Mientras que un buen sensor, me dará la posibilidad de captar más irregularidades. Lo demás, será lo que menos masa me aporte, sin olvidar los robots de reparación para sortear cualquier daño ocasional que surja.

Momento de la partida.

Será una travesía larga y solitaria. Un desafío emocionante a la vez que peligroso. No es por dinero, obviamente, como no lo es el inicio de una aventura. Es simplemente colmar la naturaleza curiosa de todo ser inteligente en esta galaxia, por más que en ello, uno se lo juegue todo. Es curioso como la ansiedad llama a la partida. Como si fuera el vértigo que invita a uno a saltar desde las alturas, la necesidad de iniciar el viaje me seduce, me motiva y me apura. Pero a la vez, siempre parece que una luz de advertencia parpadea en mi sentido común cuando tomo una decisión de éstas. En el momento de atravesar las puertas de la estación Meinjhalara Transport, y con una ruta de 600 años luz de distancia por delante, apuntando en dirección al centro de la Vía Láctea, confieso que la emoción me embarga; aunque no me imaginaba lo pronto que me encontraría solo, enfrentando lo más cruel del viaje de manera tan temprana. Así que a medio camino de mi primer paso, descubrí la sensación  de ser una hormiga, que se había propuesto así misma, la disparatada hazaña de cruzar de punta a punta la ciudad de Buenos Aires caminando.

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